El Ranking de Competitividad Mundial de este año, elaborado por el Institute for Management Development (IMD) de Suiza, analiza 67 economías basándose en 164 criterios de competitividad divididos en cuatro categorías principales: desempeño económico, eficiencia gubernamental, eficiencia empresarial e infraestructuras.
Los indicadores combinan datos estadísticos concretos, que constituyen dos tercios de la evaluación final, con resultados de encuestas a altos ejecutivos, que representan el tercio restante.
Según el gráfico, la clasificación cubre amplias áreas de Europa y Norteamérica, pero deja vacíos significativos en Centroamérica, Sudamérica, Asia y, especialmente, África, donde solo se evaluaron dos economías este año.
Como en años anteriores, Europa lidera el ranking con varias economías entre las diez primeras posiciones. Asia, aunque tiene tres economías en el top ten, no incluye a sus mayores economías como China, India, Japón y Corea del Sur. En su lugar, Singapur, Taiwán y Hong Kong destacan en la región.
España, por su parte, se sitúa este año en el puesto 40, bajando desde el 36 del año anterior, debido a un desempeño económico y una eficiencia empresarial que requieren mejoras. En América Latina, Chile se mantiene como líder, ubicándose en el puesto 44 a nivel mundial, igual que el año pasado. Puerto Rico ocupa el segundo lugar en la región (49 a nivel mundial), seguido por México (56 a nivel mundial).
Adicionalmente, destaca la ausencia de varios países africanos en el ranking, lo que refleja las dificultades y desafíos que enfrenta la región en términos de competitividad global. Solo Sudáfrica y Marruecos fueron evaluados, subrayando la necesidad de un enfoque más inclusivo y de apoyo al desarrollo económico en el continente africano.
En general, el informe del IMD resalta la importancia de la innovación, la estabilidad económica y la eficiencia institucional como factores cruciales para mejorar la competitividad de los países. Este año, también se ha observado un aumento en la importancia de la sostenibilidad y la adaptación tecnológica como componentes clave en la evaluación de la competitividad global.