10 de septiembre – Día Internacional para la prevención del suicidio  Publicación creada por Leidy Lorena Arango Pérez, Coordinadora de Biblioteca Unisabaneta

Muertes prematuras:

El suicidio suelto en los callejones de la literatura

Gracias a la vida que me ha dado tanto

Me ha dado la risa y me ha dado el llanto

Así yo distingo dicha de quebranto

Los dos materiales que forman mi canto”

Todos en algún momento, hemos escuchado esta canción que interpretó de forma tan solemne la prodigiosa Mercedes Sossa y nos hemos detenido en los laberintos de su canción, conmovidos por esta oda a la vida, que es, además, un derroche de gratitud por sentirnos satisfechos y colmados por las gracias recibidas del solo hecho de existir, que redunda en belleza.

Quién imaginaría que la escritora de esta vibrante canción, Violeta Parra, renunciaría a la vida de forma voluntaria; esto, parece abrazar una incoherencia de cómo alguien que tiene un catalejo tan optimista ante la vida (o eso nos hace pensar la letra), también encerraba alguna tristeza o pulsión profunda que la hizo desistir prematuramente del querer estar viva.

Otra musa a la que Mercedes Sossa le prestó su voz, fue a Alfonsina Storni, quien al contrario de Parra, gritaba violentamente en su poesía las vicisitudes que caminó, los entramados del desamor y cada eslabón que bajó hacia las profundidades de su psiquis, donde no todo era siempre iridiscente. Dejó como despedida un poema que envió para publicación póstuma (un día después de su partida) y que, posteriormente, en un ejercicio de écfrasis, Ariel Ramírez y Félix Luna volvieron la emblemática letra titulada “Alfonsina y el mar”; aquella que con tanto tacto y belleza nos cantó Mercedes, haciéndonos estremecer y sentirnos compungidos, porque el mundo estaba amputado, le faltaba una ficha al “puzzle” de nuestra era; las ondinas nos habían arrebatado a Alfonsina, llevándola hacia las profundidades de un mar que no nos la quiso devolver y nos obligó desde entonces, a traerla solo a través de sus versos, aquellos tan trasegados de nostalgia, de reproches, de dudas, de duelos, de humanidad.

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños
Dormida, Alfonsina, vestida de mar”

Alfonsina siendo engullida por las olas se vuelve un amargo “forward” (prolepsis) para la literatura, porque años después, ya no en Argentina sino en Londres, un 28 de marzo de 1941, el río Ouse, acunaría el cuerpo inerte de Virginia Woolf.

Storni y Woolf: ambas escritoras, ambas abrazadas por nereidas en sus últimos alientos que reventaron en letras toda una vida, ambas luchando con las tribulaciones en sus existencias que decantaron en enfermedad; para Storni un insoportable cáncer y para Woolf una enfermedad mental que la acompañó largo tiempo y que sencillamente se encabritó.

Y haciendo un “flash back” (analepsis y racconto en literatura) de regreso a Argentina, ya no en el año que despide a Storni sino un año antes, en 1937; su colega y amigo (que muchos insinuaron de amante, pero no fue confirmado sino por el murmullo agitado), Horario Quiroga se despide de este mundo envnenándose para alivianar los avatares de una vida redundante en desgracias y muerte, que puso como cereza un cáncer agresivo.

En otro momento histórico suenan dos esco_peta-zos, uno en una frívola Bogotá que no quiso darle cobijo y oportunidad al talento anticipado a su época; a un José Asunción Silva, que entre deudas ($210.000), poemas y hastío social, le da un portazo a la vida y nos deja desgajados de su arte, famélicos de sus versos no escritos y señalados como cómplices, por orquestar una sociedad mezquina que, aún hoy, se jacta y harta de matar pájaros azules.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,

como en las noches lúgubres el llanto del pinar:

el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡oh Tierra! un día… un día… un día

en que levamos anclas para jamás volver;

un día en que discurren vientos ineluctables…

¡Un día en que ya nadie nos puede retener!”

(Canción de la vida profunda – Porfirio Barba-Jacob).

El segundo escopetazo va por cuenta de Hemingway, quien decide tener como mausoleo su estudio y seguir el devastador ritual familiar que se llevó a 5 de los suyos (padre, 3 hermanos y una nieta) en épocas distintas, como si no hubiese lugar para los Hemingway, más que en el pasado que se obstinaba en devorarlos. Alcanzó aquel, en un arranque de valentía, derramar la desazón de la condición humana y todo su hartazgo en su prosa y en sus palabras premonitorias, lanzadas a sus conocidos, en donde develaba los envistes de su mente agitada: “ma_t.o animales para no matarme a mí mismo”.

La literatura no la ha tenido fácil, ha estado llena de cuartos oscuros con minotauros antropófagos que acorralan en vidas efervescentes de desgracias, a escritores y escritoras de bizarras plumas que nos dejaron un regalo invaluable; porque rompieron el tiempo con sus historias, con sus legados que se volvieron gritos de esperanza a una vida menos trémula que la que padecieron y aunque regentaron lugares distantes y épocas que palidecen y se desdibujan en el tiempo, sigue latiendo la herida de su pérdida, sigue abierta la amputación de estar sin ellos, porque las campanas que anunciaron su partida, anunciaron la nuestra, como bien nos advertía John Donne en su poema homónimo a una novela de Hemingway:

Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la mue_r-te de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.”

Pizarnik, Plath y tantos y tantos más, que, entre su apesadumbrada psiquis, le hicieron espacio a la escritura y encendieron un fósforo en la humanidad para que no nos tocara la penumbra en la que coexistieron; fósforos que se hicieron eviterna antorcha y que nos promete vigorosa lumbre cada que abrimos las páginas de sus composiciones y escuchamos los ecos de sus plumas.

Amén por estos grandes literatos y por su afán de belleza entre el cementerio que les corroía. Gracias por su magistral proeza de parir historias fecundas de espejos que nos retratan en los más mínimos detalles y nos ahogan y nos disp._aran y nos envenenan; para regresarnos aparentemente sanos y salvos o sarnos, a la realidad que desborda las páginas y nos obliga a interpelarnos de si estamos más salvos dentro o fuera del libro. Quizá no haya una respuesta única, pero ciertamente, dentro de sus relatos, la vida parece cobrar un poco más de fuerza y sentido.

Amén por su noble sacrificio. Larga memoria y gratitud a los próceres y mártires de la literatura.

Referencias

Observatorio mujeres (2023, octubre). El suicidio en Colombia: factores diferenciales entre mujeres y hombres. Boletín. Bogotá.

https://observatoriomujeres.gov.co/archivos/Publicaciones/Publicacion_311.pdf

«Voy a dormir» de Alfonsina Storni https://sobrecartas.com/voy-a-dormir-de-alfonsina-storni-mar-del-plata-22-de-octubre-de-1938/

De las Heras, M. (2023, julio 2). El día que Ernest Hemingway se suicidó y por qué nadie pudo creerlo https://www.eldebate.com/cultura/20230702/el-dia-que-ernest-hemingway-se-suicido-y-por-que-nadie-pudo-creerlo_125013.html

Donne, John. Las campanas doblan por ti. https://ciudadseva.com/texto/las-campanas-doblan-por-ti/

Ospina, Y. (2017, 2 de julio) ¿Por qué se suicidó Hemingway? https://www.elpais.com.co/entretenimiento/cultura/por-que-se-suicido-hemingway.html